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Nunca he estado en un congreso, charla o debate sobre Innovación en el que no se haya hablado sobre Homicidas, Magnicidas, Parricidas y Asesinos en Serie. Y eso que son ya muchos años; imagino que vosotros tampoco.
No se si os habéis dado cuenta, pero en muchos aspectos relacionados con el fracaso de las organizaciones, la culpa se traslada rápidamente a “los procesos”, esos entes abstractos que cobran vida con el crecimiento de las organizaciones que los alimentan, y que terminan por estrangular a los empleados. Otras veces, los malos son “los comités”, una plaga de arácnidos de todo tipo y tamaño, que envenenan a la organización, paralizando y envolviendo en sus redes a sus miembros, que no pueden reaccionar ni moverse en ninguna dirección.
Sin embargo, el caso de la Innovación es diferente: cuando hablamos de los Criminales de la Innovación, los detectives no tardan en resolver el caso, poniendo nombres y apellidos que identifican a personas concretas;personas que a veces por descuido, otras con intención, bien de manera esporádica o recurrente, se encargan de matar nuevas iniciativas.

La Cena Anual del comité de Innovación
Dice Alfonso Alcántara que cuando hablamos de personas “tóxicas”, siempre nos referimos a otros; que ninguno nos reconocemos a nosotros mismos como “tóxicos”. Pues yo os digo que lo mismo pasa con los Innovacidas: los Asesinos de la Innovación siempre son otros. Y además da igual lo mucho que yo lea a Jim Thompson o a James Ellroy, o me vuelva a ver The Wire: admito que nunca he conseguido arrancar de nadie una confesión.
“Guardiola, todo ha terminado. Mi caso nunca ha sido la búsqueda de la innovación. Ni siquiera quiero innovar. Sinceramente, lo que quiero es morir. Sabía que era un enfermo, o un diablo. O ambos.”
No conozco a nadie que admita ser un Asesino de la Innovación, aunque en mis casos, he podido interrogar a víctimas y testigos que no han dudado en reconocer a auténticos Serial Killers, psicópatas implacables, asesinos de sus iniciativas. Los más despiadados despachan las ideas sin importar su estado de madurez, a veces las matan antes incluso de nacer.
El otro día participé en un Congreso de Innovación Humanista en el ámbito de la Sanidad, promovido por la OEHSS, la Organización Española de Hospitales y Servicios de Salud. Me habían invitado a una mesa de debate con Miguel Angel García y José Manuel Ventura, y aunque tenía pensado decir otras cosas, me vi en la obligación de adaptar un poco mi mensaje sobre la marcha, con la excusa de tratar de arrojar algunas reflexiones al debate general.
Pero en realidad, lo que yo quería secretamente era resolver un caso, ofrecer reparación al daño de una víctima, sabiendo que su agresor iba a pasar una temporada en la sombra. Sí amigos, tenía la vana esperanza de conseguir que alguien se derrumbase, y terminase por cantar. El congreso había entrado en el momento“el Asesino es Otro” y me dije “¡Cáspita!” (sabéis que en realidad me dije “¡H*stias!”) “Pero si toda la gente que ha venido aquí son Consejeros, Gerentes, Directores, Jefes…¿quién estará matando su Innovación?”.
Fracasé, claro, se me había vuelto a olvidar que no soy Sam Spade; Sam Spade es Humphrey Bogart.

Siempre he querido ser el Poli Malo, pero no paso de Patrullero Mancuso
Ya desde el siglo XIX sabemos que hay personas que pueden tener una disociación de su identidad, nos lo contaba Stevenson en su “Strange case of Dr Jeckyll and Mr Hyde”. En el caso del Dr Jeckyll, se demuestra una intención y un trabajo científico, primero por “conocer”, y después por “liberar” su faceta malvada. Todos sabemos que el experimento se le fue de las manos, hasta tal punto que Hyde se convirtió en la identidad predominante, que afloraba sin necesidad del compuesto químico. ¿No sería bueno convertirnos por un momento en Auguste Dupin? ¿Asomarnos a descubrir al Asesino de la Innovación que llevamos dentro?¿Detectar si nosotros mismos tenemos comportamientos que están matando la innovación del resto?
Mucha gente va por ahí citando los desayunos de Peter Drucker, y yo tengo la sensación de que quizá se hace demasiado a la ligera. ¿A qué nos referimos cuando decimos que “la Cultura se desayuna a la Estrategia”? Yo siempre he dicho que “Estrategia” es lo que dices, pero “Cultura” es lo que haces. Y lo que haces siempre se impone sobre lo que dices que haces. La forma en que las personas reaccionan, deciden y se comportan en su día a día, es lo que define la “Cultura” de una empresa. Y al final, son los comportamientos de las personas de una organización, los que hacen que la “Estrategia” aparezca una mañana muerta en el maletero de un coche carbonizado. Podemos cambiar “Estrategia” por “Innovación”, pero el maletero en llamas es el mismo.

La Cultura desayuna con diamantes
3.5 Preguntas para descubrir al Asesino
EdExley demostró en “L.A Confidential” que un investigador, armado únicamente de su astucia, podía interrogar de manera simultánea a tres sospechosos (a los que por motivos de oportunismo, su jefe quería encalomar los crímenes del Nite Owl) Los tres pandilleros eran inocentes del asesinato de los trabajadores y clientes del dinner, pero terminan confesando que tenían secuestrada a una joven. Simplemente a base de preguntas y psicología. Aunque claro, era una película. En la que el ortodoxo Ed recibe al final un poco de ayuda del brutal Bud White, podríamos decir que el último “empujoncito”, para descubrir dónde la retenían.
De cualquier manera, parece ser que en aquella época, las confesiones también se podían conseguir a base de puñetazos (o con un listín telefónico). Pero estamos en un Estado de Derecho, así que os propongo un sencillo interrogatorio, sólo 3.5 preguntas, para hacer hablar al sospechoso. Después, basta confrontar su respuesta, con el comportamiento y las evidencias que hayáis reconocido, para que se venga abajo y confiese.
1- ¿Conviertes la Innovación en una carrera de obstáculos?
Convertir la Innovación en una carrera de obstáculos significa obligar a las personas a superar una gymkana para que sus proyectos vean la luz. Cuanto más difíciles sean las pruebas, y más larga la carrera, mayor probabilidad de que las personas abandonen, cansadas de luchar contra el orden establecido. Algunos podrían llegar a superar las pruebas una vez, pero la estadística juega en su contra: antes o después terminan por rendirse. Eso no significa que no sea necesario establecer un proceso, nadie quiere montar la Loca Academia de la Innovación; ni tener la oficina llena de comadrejassaltándose los procesos y colándose por las rendijas del sistema para salirse con la suya.
Lo contrario de una carrera de obstáculos no es el campo abierto; es un proceso formal dirigido a que las personas sepan cómo deben avanzar, encuentren las herramientas que necesiten para dar los siguientes pasos, y tengan ayuda y facilidades para canalizar sus iniciativas.
2- ¿Aceptas o rechazas ideas según quién te las propone?
Esto es genial. Muchas veces, la viabilidad o idoneidad de una iniciativa no se analiza en términos objetivos y medibles; sino en términos completamente subjetivos. En lo que “yo creo” que es diferente de lo que “tú crees”, sólo que la mayor parte de la veces la palabra no es “yo creo”, sino “yo veo”. Y aún así, a veces el “esto yo no lo veo” depende de lo que sentimos / opinamos / le debíamos al que nos lo propone. Rechazar o Aceptar una idea porque alguien nos cae mal, o nos hace mucha gracia, no deja de ser una muestra de mediocridad.
Lo correcto es manejar research, evidencias, hipótesis, indicadores, datos… cuestiones objetivas que no dependen de quién las dice ni de cómo las dice, y usar esa objetividad para tomar las decisiones.
3- ¿Machacas al que lo intenta pero no lo consigue?
No hay nada peor que intentar lo que otros no se atreven a hacer, y demostrar con tu fracaso que tenían razón. Entonces te conviertes en el saco de boxeo que usarán para desahogar sus frustraciones, y en general, para castigarte por haber intentado lo que ellos no pudieron. Castigar públicamente al que fracasa traslada un mensaje claro y conciso para toda la organización. El linchamiento colectivo es un aprendizaje para el que fracasó, que volverá al redil del conformismo, pero también para el resto: esto es lo que os pasará a vosotros.
Uno de los indicadores de madurez de una organización es la capacidad de sistematizar el aprendizaje, es decir, de saber por qué fallan las cosas, e incorporar las respuestas para evitar que se repitan. Y sobre todo, de que las personas que fracasan se atrevan a volverlo a intentar. Este ratio. Medidme este ratio.
Una última palabra: quiero distinguir entre las personas que lo intentan, fracasan y aprenden; de aquellos que son expertos en cagarla una y otra vez, que les de lo mismo, y además eludan su responsabilidad de forma indolente. Este tipo de comportamientos son igualmente nefastos, porque enseñan al resto de compañeros que la incompetencia está tolerada.
3.5- ¿Rindes culto al Gurú?
La negación de la personalidad del individuo a través del culto al Líder, Gurú, Chamán, Sumo Sacerdote, llamémoslo como queramos, convierte a las personas en Asesinos de la Innovación. A veces, porque Charles Manson nos induce a cometer el Innovacidio. Otras veces es Jim Jones el que nos empuja al suicidio colectivo. Creer y fomentar que sólo los Gurús están revestidos del derecho a decidir lo que es innovación o lo que no, lo que puede funcionar o lo que no, lo que es creativo o lo que no, dónde hay que apostar o dónde no, es negar el principio básico que distingue a las personas de los animales. Los seres humanos, por definición, piensan, y por tanto, tienen ideas. Un entorno en el que se separa a las personas que tienen ideas del resto, es un entorno que aniquila el pensamiento divergente.
Todas las personas, sin importar su origen, formación, rango en el escalafón, sexo, religión, etc, son creativas. Sólo tenéis que probar a hacerle una pregunta al primero que se os cruce.
Tengan cuidado ahí fuera
Ya tienen las armas. Salgan a la calle, acorralen a sus sospechosos, muéstrenles la evidencia de su comportamiento, confronten esa evidencia contra sus declaraciones, y lograrán que derrumben como temblorosos peleles. La realidad nos demuestra que los Asesinos en Serie de la Innovación también desean que les detengan, porque ellos por sí mismos no pueden parar.
“Guardiola, ¿y qué hacemos cuando atrapemos a nuestros Asesinos de la Innovación?”, me preguntarán. Lo mejor que pueden hacer con esos comportamientos es seguir el consejo de Terry Pratchett: dadles un juicio justo, y después ejecutadlos.