Romance de Vetronio Torino y Clara Perlerina

La Venta de Humo

Todos más o menos compartimos una idea acerca de qué es la Venta de Humo, o quién es un Vendehumos. Al menos en el mundo de la Tecnología (al que yo me dedico) la Venta de Humo se asocia a adornar estética o marketinianamente, o rodear de palabras grandilocuentes, productos o servicios que o bien no existen, o no están terminados, o no funcionan.

Tradicionalmente, la Venta de Humo se ha asociado a las corbatas y al PowerPoint, motivos por los que en general la estética predominante en tecnología es más bien camisetera, y todo lo que no sea un compilador está mal considerado entre cierto sector de la población TIC.

Recordemos que no hay que confundir un Vendehumos con un Vendemotos. El Vendemotos es una persona que utiliza palabrería, halagos, y otras técnicas de persuasión socio-psicológica para que compres un producto o servicio que no necesitas. Es tan cortoplacista como el Vendehumos, ya que en ambos casos puede que consigan la venta pero no la recurrencia ni la relación con el cliente la persona; con la diferencia de que al menos cuando te venden la moto te llevas una moto.

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Desde pequeñitos tenemos que enseñarles a no dejarse vender humo

Fumo punitor, qui fumo vendidit!

La Venta de Humo ya era conocida en tiempos de los Romanos. Efectivamente, el Derecho Romano recogía el delito de Vendittio Fumi (Venta de Humo), asociado a la corrupción. La figura de Vendittio Fumi legislaba la circustancia mediante la cual un intermediario (generalmente un letrado) recibía de su cliente un dinero a cambio de conseguir los favores de un funcionario público que nunca se llegaban a realizar.

El caso más sangrante de Vendittio Fumi se produjo en el año 282 DC, a cargo de un tal Vetronio Torino, que iba por ahí dándoselas de influencer, presumiendo de que tenía mano con el Emperador y podía conseguir cualquier cosa que se propusiera. Esto llegó a oídos del Emperador, para más señas Alejandro Severo, que le tendió una trampa. Usó un agente a modo de cebo, supuestamente interesado en los favores del Emperador; Vetronio entró al trapo, fue apresado, juzgado y condenado a muerte.

Rodeado de madera y paja húmeda a la que pegaron fuego, Vetronio Torino murió asfixiado por el humo; «Fumo punitor qui fumo vendidit!» cuentan que gritaba en su agonía.

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Por lo general, asociamos la «venta de humo» a la actividad comercial, aunque ojo, que también hay personas que exageran sus habilidades en el currículum, y además saben hacer entrevistas. La historia de Vetronio no deja de ser ejemplarizante, los que van por ahí vendiendo humo corren el riesgo de que les pillen, y aunque con el paso del tiempo somos más tolerantes con el castigo, las personas suelen tomarse a mal que les hayan engañado. Teniendo en cuenta que las Redes Sociales profesionales hacen que se diluya nuestro anonimato, que el mundo es muy pequeño, y que en cada sector nos conocemos casi todos, la carrera profesional de un Vendedor de Humo no suele llegar muy lejos.

En general, el humo suele ser cortoplacista; yo creo que si no vais a vender suficiente humo como para poder retiraros a los 40, es mejor no hacerlo. Digo a los 40 porque a partir de esa edad como te calen de Vendehumos lo tienes muy difícil para cambiar, y no digamos para colocarte en algún trabajo decente. En fin, la vida es muy larga, y a este paso nos va a tocar trabajar hasta los 70.

El labrador de Miguel Turra y la bella Clara Perlerina

Mi caso favorito de Vendittio Fumi es algo más reciente, transcurre en el Capítulo XLVII de la Segunda Parte del Quijote. Sancho Panza está ejerciendo su autoridad en la Ínsula de Barataria y un campesino acude a solicitar mediación para la boda de su hijo con la bella Clara Perlerina. El desarrollo del proceso de Venta es uno de los más divertidos que he leído en mi vida, y por cierto, está publicado en 1615. Yo es que es leerlo y se me saltan las lágrimas, oiga.

Digo, pues -dijo el labrador-, que este mi hijo que ha de ser bachiller se enamoró en el mesmo pueblo de una doncella llamada Clara Perlerina, hija de Andrés Perlerino, labrador riquísimo; y este nombre de Perlerines no les viene de abolengo ni otra alcurnia, sino porque todos los deste linaje son perláticos, y por mejorar el nombre los llaman Perlerines; aunque, si va decir la verdad, la doncella es como una perla oriental, y, mirada por el lado derecho, parece una flor del campo; por el izquierdo no tanto, porque le falta aquel ojo, que se le saltó de viruelas; y, aunque los hoyos del rostro son muchos y grandes, dicen los que la quieren bien que aquéllos no son hoyos, sino sepulturas donde se sepultan las almas de sus amantes. Es tan limpia que, por no ensuciar la cara, trae las narices, como dicen, arremangadas, que no parece sino que van huyendo de la boca; y, con todo esto, parece bien por estremo, porque tiene la boca grande, y, a no faltarle diez o doce dientes y muelas, pudiera pasar y echar raya entre las más bien formadas. De los labios no tengo qué decir, porque son tan sutiles y delicados que, si se usaran aspar labios, pudieran hacer dellos una madeja; pero, como tienen diferente color de la que en los labios se usa comúnmente, parecen milagrosos, porque son jaspeados de azul y verde y aberenjenado; y perdóneme el señor gobernador si por tan menudo voy pintando las partes de la que al fin al fin ha de ser mi hija, que la quiero bien y no me parece mal.

-Pintad lo que quisiéredes -dijo Sancho-, que yo me voy recreando en la pintura, y si hubiera comido, no hubiera mejor postre para mí que vuestro retrato.

-Eso tengo yo por servir -respondió el labrador-, pero tiempo vendrá en que seamos, si ahora no somos. Y digo, señor, que si pudiera pintar su gentileza y la altura de su cuerpo, fuera cosa de admiración; pero no puede ser, a causa de que ella está agobiada y encogida, y tiene las rodillas con la boca, y, con todo eso, se echa bien de ver que si se pudiera levantar, diera con la cabeza en el techo; y ya ella hubiera dado la mano de esposa a mi bachiller, sino que no la puede estender, que está añudada; y, con todo, en las uñas largas y acanaladas se muestra su bondad y buena hechura.

Hasta aquí la presentación de la bella Clara Perlerina. Como habéis podido comprobar, el labrador de Miguel Turra es un artista manejando las expectativas, aunque quizá peca de ser demasiado honesto (o acaso ignorante). El proceso continúa con la primera de las peticiones que el campesino hace al Duque (representado por Sancho) y la descripción del mancebo que la pretende.

-Está bien -dijo Sancho-, y haced cuenta, hermano, que ya la habéis pintado de los pies a la cabeza. ¿Qué es lo que queréis ahora? Y venid al punto sin rodeos ni callejuelas, ni retazos ni añadiduras.

-Querría, señor -respondió el labrador-, que vuestra merced me hiciese merced de darme una carta de favor para mi consuegro, suplicándole sea servido de que este casamiento se haga, pues no somos desiguales en los bienes de fortuna, ni en los de la naturaleza; porque, para decir la verdad, señor gobernador, mi hijo es endemoniado, y no hay día que tres o cuatro veces no le atormenten los malignos espíritus; y de haber caído una vez en el fuego, tiene el rostro arrugado como pergamino, y los ojos algo llorosos y manantiales; pero tiene una condición de un ángel, y si no es que se aporrea y se da de puñadas él mesmo a sí mesmo, fuera un bendito.

Si bien parece que la pareja pudiera ser tal para cual teniendo en cuenta la descripción que se ha hecho de ambos pretendientes, el labrador expone el motivo de la petición: una carta de recomendación para que D. Andrés Perlerino consienta en dar la mano de la doncella. A priori podría parecer que cosa sin mayor implicación en los asuntos del Ducado.

¿Queréis otra cosa, buen hombre? -replicó Sancho.

-Otra cosa querría -dijo el labrador-, sino que no me atrevo a decirlo; pero vaya, que, en fin, no se me ha de podrir en el pecho, pegue o no pegue. Digo, señor, que querría que vuesa merced me diese trecientos o seiscientos ducados para ayuda a la dote de mi bachiller; digo para ayuda de poner su casa, porque, en fin, han de vivir por sí, sin estar sujetos a las impertinencias de los suegros.

Para que os hagáis una idea, en el siglo XVI un médico ganaba 300 ducados al año, un barbero 100, un buey costaba 15 ducados y un cerdo 4. El rescate de Cervantes se fijó en más de 500 ducados. Pues el hombre estima el valor de la dote entre 300 y 600 ducados, y con las mismas, se las pide a Sancho.

Mirad si queréis otra cosa -dijo Sancho-, y no la dejéis de decir por empacho ni por vergüenza.

-No, por cierto -respondió el labrador.

Y, apenas dijo esto, cuando, levantándose en pie el gobernador, asió de la silla en que estaba sentado y dijo: -¡Voto a tal, don patán rústico y mal mirado, que si no os apartáis y ascondéis luego de mi presencia, que con esta silla os rompa y abra la cabeza! Hideputa bellaco, pintor del mesmo demonio, ¿y a estas horas te vienes a pedirme seiscientos ducados?; y ¿dónde los tengo yo, hediondo?; y ¿por qué te los había de dar, aunque los tuviera, socarrón y mentecato?

Sancho Panza

«¡Voto a tal, patán rústico y mal encarado!»

Perlerinos del mundo: extinguíos

No se vosotros, a lo mejor es cosa de la crisis, o que estoy obsesionado, pero yo no hago más que ver Perlerinas y Perlerinos por todas partes. Se manifiestan de múltiples y variadas maneras:

  • Escuelas de negocio y programas Máster de la última moda, carentes de contenido y sin impacto profesional en la vida de sus alumnos (salvo en lo que al pago de las facturas se refiere, claro)
  • Mesías del twitter que venden libros y jarabes de autoayuda, cuando en el común de los casos no han elaborado un propio cuerpo de pensamiento, sino poco más que han recopilado, traducido y comentado la obra de otros
  • Pseudo profetas que recorren España de sarao en sarao, practicando el refrito en cadena de las mismas charlas
  • Embajadores tecnológicos patrocinados por marcas en decadencia, que comulgan con el Mensaje de la Secta y lo repiten cual papagayos sin la integridad profesional de reconocer que los productos que les patrocinan están condenados a la extinción
  • Autónomos autoempleados en su propia start-up cuyo principal logro es haber hecho una web, buscando alguien que les inyecte algo de gasolina para seguir tirando hasta echar el cierre
  • Organizadores de eventos de networking para personas con tiempo libre, que sólo esperan cumplir el expediente de la charla quincenal, gracias al siguiente pardillo que pague la fiesta
  • Influencers de medio pelo que cual Vetronio Torino, hacen creer a fabricantes desesperados que a cambio de un fin de semana con todos los gastos pagados, van a aumentar las ventas en su rebaño
  • Y un largo etcétera

Quizá es una cuestión de cinismo, o a lo mejor es cosa del Pensamiento Crítico, pero a mí que se me acerquen a venderme humo me produce una mezcla de simpatía y tristeza. Supongo que llega un momento de la vida en el que la información, la experiencia, las referencias y el olfato se conjugan para saber dónde y cómo rascar para ver qué hay debajo de la pintura.

¿Qué hubiera pasado si Don Quijote hubiera escuchado el relato del labrador de Miguel Turra? Seguramente, se habría dejado llevar por la fantasía, y habría hecho todo lo posible por unir a los amantes (incluyendo el tema de la dote). Afortunadamente, estaba Sancho Panza. Los estudiosos del Quijote suelen atribuir a Sancho el conocimiento de la gente sencilla, y el valor de la practicidad frente al idealismo. En sus aventuras en la Ínsula Barataria, Sancho se comporta sorprendentemente con justicia, sentido común y conocimiento práctico aplicado.

Cualidades todas ellas que te ayudan a descubrir cuándo te están Vendiendo Humo.

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