Down the Rabbit Hole

… suddenly a White Rabbit with pink eyes ran close by her. There was nothing so very remarkable in that; nor did Alice think it so very much out of the way to hear the Rabbit say to itself «Oh dear! Oh dear! I shall be too late!» (when she thought it over afterwards it occurred to her that she ought to have wondered at this, but at the time it all seemed quite natural); but, when the Rabbit actually took a watch out of its waistcoat-pocket, and looked at it, and then hurried on, Alice started to her feet…

Alice’ Adventures in Wonderland, Lewis Carroll

Hace unos cuantos años, adornaba una de las paredes de mi puesto de trabajo con una hoja que, a modo de instrucciones de seguridad de un avión, proponía una seríe de principios para superar el síndrome de la «falta de tiempo crónica». Con personajes y estilismo al que acostumbramos a ver en las Safety Instructions, planteaba una serie de situaciones o actitudes «erróneas» enfrentadas a una alternativa «adecuada» que permitía vivir de otra manera.

Me ha costado mucho recuperar esa imagen (incluyendo rastrear en varios CDs y DVDs de backups, en archivos de correo electrónico; varias búsquedas infructuosas en Google, etc.) (otro día hablaré del Síndrome de Diógenes Tecnológico) hasta que alguna asociación de ideas con el tortel que me he desayunado en Mallorca me ha llevado al nombre de la gente que lo había editado: una organización que responde (o respondía) al nombre de «web espiral» con la que al parecer colaboraba alguno de mis antiguos compañeros de universidad.

Falta de Tiempo Crónica

Falta de Tiempo Crónica – La Web Espiral

Lo cierto es que, aunque esta imagen ha estado muy presente en mi vida durante varios años, nunca me ha influido demasiado. Al menos de manera positiva. Era una especie de recordatorio que tenía presente, cuando me veía desde fuera a mí mismo currando a las tantas de la noche, esa imagen estaba ahí para recordarme que algo estaba haciendo mal. ¿O no? En realidad, algunos de los comportamientos que planteaba como «negativos» desde mi punto de vista no eran incorrectos, y no los compartía en absoluto.

Por ejemplo, por mi forma de ser, me gusta estar activo, tener cosas que hacer, y meterme en todos los charcos. Si alguien me dice que para que mi vida sea de otra manera, que tengo que limitar mis actividades a lo esencial, posiblemente me sentiré frustrado. También dice que no hay que afanarse en «tener» bienes materiales, sino en desarrollar la riqueza interior. Pero ¿cómo desarrollar la riqueza interior si uno no vive en las condiciones mínimas en las que le apetece vivir? ¿renunciar a esas condiciones va a darme más tiempo? ¿Y qué si lo hace?

Me pasa lo mismo cuando alguien me dice que no debería vivir en el centro de Madrid; que debería irme a la Sierra, a un chalet con parcela. Hay personas que en esa imagen ven tranquilidad, paz y aire libre; y otras que vemos aburrimiento, necesitar el coche para todo, y convertir tu ocio en visitas a maxi Centros Comerciales. Lo importante no es cuál de las dos visiones es la correcta, porque ninguna es correcta o incorrecta; es algo que depende de cada persona, y nadie tiene derecho a decir si hace bien o hace mal. Lo importante es que cada persona pueda elegir dónde y cómo quiera vivir, y conseguirlo, claro.

Pues con el tema de la «Falta de Tiempo» pasa exactamente lo mismo. Posiblemente todos nos hemos sentido alguna vez como el Conejo Blanco, corriendo de un lado para otro mirando el reloj y murmurando que llegamos tarde a algún sitio. En general, últimamente yo llego tarde a todos. Nadie, a parte de uno mismo, puede decidir si está o no perdiendo el tiempo, o invirtiéndolo de manera incorrecta.

White Rabbit checking watch

«Oh dear! Oh dear! I shall be too late…», Sir John Tenniel

Durante una época reciente de mi vida, llegué a la conclusión de que podía pasarme toda mi semana laboral simplemente atendiendo el teléfono, contestando correos, y persiguiendo a otras personas para que hicieran lo mismo. El problema era obviamente que no me pagaban por eso. Por lo tanto, tenía que buscar tiempo de donde fuera para hacer aquellas actividades por las que sí me pagaban. Aquello era frustante, no porque estuviera todo el día haciendo cosas; sino porque no estaba haciendo las cosas adecuadas. Cada vez que leía frases como «no hay que dejar lo Urgente por encima de lo Importante» me ponía de mala hostia, porque la mayor parte de las veces era otra persona (habitualmente un jefe) la que decía qué era Importante, y qué era Urgente para mí.

Ley Natural: El tiempo es un recurso limitado. Debemos emplearlo en lo que es importante para nosotros.

Un día, tuve la ocasión de viajar a Baltimore, con motivo del congreso de partners de una empresa con la que colaboraba. Pero eso me suponía perder una semana de trabajo, y estaba tan ocupado. Era responsable de un proyecto en un cliente, y esa semana había que presentar una entrega. En aquél momento me parecía más importante… Así que al final me perdí el congreso de Baltimore, y la entrega de aquella semana fue otro hito más en el proyecto. En aquél momento, me parecía lo correcto; pero visto en perspectiva, me arrepiento de haberlo hecho. Ni el viaje ni la entrega han sido hechos determinantes en mi vida, pero si me hubiera ido a Baltimore al menos me lo habría pasado mejor y habría visto sitios en los que nunca había estado. Después de aquella entrega vino otro retraso, nuevas dependencias, nuevas historias y al final todo siguió ese ciclo de vida que se da en el mundo del software que consiste en que todo es tan importante y tan urgente que nada es importante y nada es urgente.

Ley Natural. Las prioridades de las personas cambian.

Y aún así, desde mi punto de vista, lo peor no es ese sentimiento de tener muchas cosas que hacer y poco tiempo para hacerlas; sino que la mayor parte de las veces todas esas cosas que me distraían de lo que realmente tenía que hacer, porque era lo que se esperaba que hiciera; y me dejaban con la sensación de que el esfuerzo y la renuncia no habían servido para nada. Bueno, y lo que es peor, que el esfuerzo de otras personas con las que colaboraba, tampoco. Es decir, al final extendía a mis compañeros el problema. Sentimos que no somos dueños de nuestro tiempo, y encima a veces nos hacemos dueños del tiempo de los demás.

En general seguro que todos tenemos muchas cosas que hacer, más de las que podemos al cabo del día.  En el ámbito laboral, en el personal, familiar, en nuestro ocio… Y nadie nos puede decir cuáles son o no son las que tenemos que hacer primero. Con matices, claro está. Las personas que trabajamos por cuenta ajena y tenemos jefes… Ah bueno, y los que son autónomos pero tienen clientes… En realidad es lo mismo.

Axioma Universal. Si no tienes un plan, posiblemente formes parte del plan de otro. Y adivina lo que tiene pensado para ti: no mucho, y nada bueno

Los únicos que podemos gestionar nuestro tiempo somos nosotros mismos, y para ello, necesitamos tener claro una serie de conceptos y principios.

Espero que podamos compartir reflexiones sobre ello a lo largo de algunas entradas, relacionadas con la etiqueta «Tiempo»

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