El Síndrome de Diógenes Tecnológico

El Síndrome de Diógenes

Que se llame «Síndrome de Diógenes» al «Síndrome de Diógenes» no deja de ser una cruel broma del destino. Efectivamente, se ha llamado «Síndrome de Diógenes» a una enfermedad psiquiátrica que se manifiesta principalmente en personas mayores que terminan por aislarse socialmente, recluirse en su propio hogar, abandonar la higiene personal. En casos especialmente graves, se llega a acumular grandes cantidades de basura y vivir voluntariamente en condiciones de pobreza extrema. Por lo visto, el paciente interioriza tanto su condición (real o ficticia) de pobreza extrema que alimenta la espiral de almacenamiento de artículos inútiles con el convencimiento de que son necesarios por las razones que sea.

Diogenes Tecnológico 1

Nunca sabes cuando vas a querer volver a ver aquél capítulo de Farmacia de Guardia en el que Kike se ponía un pendiente (Imagen de Joel Franusic)

Digo que es relativamente injusto que hayan elegido este nombre porque por su parte, Diógenes el Cínico fue un sabio griego que vivió en el siglo IV antes de Cristo y que desarrolló una filosofía de vida basada en la renuncia de los bienes materiales, como forma de poner en evidencia que el afán de fama y riqueza destruían la naturaleza humana. Es decir, su desapego era consciente y voluntario. Llegó a tal punto su humildad que dormía en la calle, resguardado en los portales, y sus únicas pertenencias eran una túnica y un bastón (renunció a su escudilla al ver a un niño bebiendo agua con las manos). La iconografía habitual lo representa viviendo en una tinaja y portando una linterna, que usaba para alumbrar a sus conciudadanos en la búsqueda de un hombre honesto. También se le representa rodeado de perros, ya que sus detractores solían compararle con ellos; por desgracia Diógenes era la clase de persona que hace de sus debilidades sus fortalezas, y solía enorgullecerse y hacer apología de sus similitudes con los simpáticos cánidos.

Diógenes 2.0

Bien, después de esta puesta en contexto os habréis dado cuenta de que algún genio del mal decidió en los felices 60 criminalizar el comportamiento de Diógenes el Cínico, usándolo como referencia de una terrible enfermedad que afecta a 2 de cada 1.000 ingresos hospitalarios en España. Lo peor es que esta enfermedad ha desarrollado dos terribles variantes:

  • El Síndrome de Diógenes Tecnologíco, que según la Fundación Telefónica, en 2012 en España afectaba a 24 millones de personas, tantas como internautas. Y me quedo corto. El Síndrome de Diógenes Tecnológico afecta a todas las personas que tienen un ordenador en su casa o en su puesto de trabajo. Yo personalmente lo padezco, amigos. Por ejemplo: gracias al almacenamiento ilimitado que me ofrece gMail tengo guardado todavía en mi Inbox el correo de bienvenida de cuando me hice la cuenta. ¿Para qué? Para nada. Pero borrarlo me requería dos clicks (seleccionar y borrar) y dejarlo ahí era gratis.
  • El Síndrome de Diógenes Tecnológico-Empresarial, que consiste en que las organizaciones llenan sus bases de datos de basura electrónica que no necesitan para nada. Los analistas internacionales, que son genios del márketing, lo han bautizado como #BigData

Algunos podréis pensar que se almacena información innecesaria básicamente porque guardarla sale gratis, pero no, amigos, recordad que estamos hablando del Síndrome de Diógenes. Se almacena información innecesaria, artículos inútiles, porque estamos convencidos de que son necesarios, por las razones que sea. Es decir, que corremos un riesgo si los borramos. Así que venga, a guardar chorradas por si acaso algún día las necesito para algo.

Mind The Drive

Ya podrían los precios de los CDs bajar en consonancia

Diógenes el Cínico ft. Alejando Magno

Seguro que todos los que os dedicáis al desarrollo de software a medida reconoceréis el clásico error de «dejar los informes para el final«. He visto muchas metodologías de desarrollo de software, pero no he visto ninguna que sea Report Driven Software. Y realmente, me parece fundamental. ¿Ninguno os habéis puesto a construir aplicaciones pensando que su objetivo es alimentar bases de datos, cuando lo que realmente importaba era analizar la información almacenada y ayudar a que se tomaran decisiones o se realizasen acciones con ella? Así que te tirabas meses haciendo modelos de datos que optimizaban la inserción y la consulta de los datos; pero que no estaban orientados al análisis. Así que luego te tirabas otros tantos meses tratando de optimizar consultas con vistas materializadas, tablas particionadas y toda clase de hints para que el Subdirector no se tirase 5 minutos esperando a ver el informe. En el mejor de los casos, incentivabas la compra de «un BI».

Y de ahí viene realmente mi problema con el BigData. Lo normal es que una persona en su sano juicio se pregunte qué clase de información necesita para su gestión, o su actividad comercial, y luego vea cómo puede obtenerla. Por ejemplo. Una persona que tiene una tienda on-line es lógico que quiera saber qué artículos visitan los clientes, cuáles no, si se meten en el carrito, si se visitan pero no se compran, si depende del país desde el que se accede, etc. ¿Cómo no va a ser necesario? Ahora bien, ¿de verdad tiene mantener esos datos de los últimos 5 años? Seguramente no. En cambio, un genio del mal te convence para que guardes toda la información que puedas, porque total, te sale gratis; y al cabo del tiempo te convence para que intentes sacar valor de ello, meriéndote por cierto en un proyectazo para analizar qué información es útil, cuál no, cómo se extrae y cómo se procesa.

Big Data

Esta instalación de MongoDB se nos ha ido de las manos (Imagen de United Nations Photo)

Se cuenta que el propio Alejandro Magno quiso conocer a Diógenes el Cínico. Quizá el que fuera el soberano más ambicioso de la historia clásica, Faraón de Egipto, vencedor de Darío Tercero, y conquistador de naciones desde Grecia hasta la India, quiso conocer a ese sabio que había decidido llevar la humildad hasta las últimas consecuencias. «Soy Alejandro, el hombre más poderoso del mundo», le dijo, «Dime, ¡oh sabio! ¿Qué puedo hacer por tí?». Diógenes, que al parecer estaba meditando sobre sus cosas, le contestó «¿Podrías echarte a un lado? Me estás tapando el sol.»

La lámpara de Diógenes

Creo que tenemos mucho que aprender de Diógenes. De Diógenes el Cínico. Creo que nos están tapando el Sol. Es más, estamos siendo una vez más seducidos por el Lado Oscuro. Osea, por la Venta de Humo. Veamos 3 ejemplos:

  • Según éste estudio, el 90% de los datos que se almacenan en el mundo se han generado en los dos últimos años. ¿Cómo hemos podido vivir hasta ahora? Tengo que hacer una infografía que represente la evolución de las toneladas de basura generadas por el hombre, los datos almacenados, y los grandes hits de la música techno (total, hablando de basura)
  • En esta nota de prensa, se avisa que España necesitará (atención) 60.000 mil profesionales del Big Data de aquí a 2015. Es decir, es el equivalente a todas las personas que hay matriculadas en informática en España según el INE. No se a vosotros, pero yo lo veo Ridículo.
  • Los analistas internacionales se han soltado la coleta y están que lo tiran. El negocio del Big Data va a crecer un 37% anual hasta 2016, donde se espera que sea de 23,8 Billones de US$. Y el del análisis de toda esa información será de 51 Billones de US$, también 2016. Sí amigos, 2016 va a ser la hostia
Tesoro

Sí, puedes encontrar un tesoro entre la basura, pero no dejemos que esto siga ocurriendo (Imagen de ratterrell)

En fin. Haz como Diógenes. Atrévete a renunciar a lo superflúo. Coge tu lámpara y alumbra tus sistemas de información. Quédate con aquello que necesitas. Y sobre todo, no aceptes como dogma de Fe que como el almacenamiento es gratis, puedes guardarlo todo: ese es el camino de la ineficiencia por la desidia. La desidia conduce al aburrimiento. Y el aburrimiento conduce al Lado Oscuro.

Es curioso. Una analista de Gartner acaba de publicar que el #BigData ha entrado en la curva de desilusión. No me extraña. A nadie le gusta escarbar entre la basura.

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Un comentario en “El Síndrome de Diógenes Tecnológico

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