E.l.l.r.o.y.

Tres hombres se apearon de un Ford del 62 aparcado unos metros más atrás. Llevaban máscaras. Llevaban guantes y zapatos con suela de crepe. Llevaban cinturones de trabajo con bombas de gas en las bolsas. Iban en manga larga y abotonados de arriba abajo. Llevaban tizanada la piel.

El vapor los envolvió. Se acercaron y sacaron pistolas con silenciador. Los vigilantes tosieron. Aquello suministró cobertura sonora a los enmascarados. El conductor del camión de la leche sacó una pipa con silenciador y disparó en la cara al vigilante más cercano.

El ruido fue un golpe seco. La frente del vigilante estalló. Sus dos compañeros se llevaron la mano a la pistolera. Los enmascarados les dispararon por la espalda. Se doblaron y cayeron hacia delante. Los disparos y los crujidos de los cráneos resonaron apagados.

Son las 7:19. Todo sigue tranquilo. No hay peatones y el choque aún no ha despertado curiosidad.

James Ellroy, Sangre vagabunda, Ediciones B

Ellroy es el amo. Escribe frases como balas. Escribe párrafos como ráfagas. Escribe libros que son una Thomson 1921 con cargador tipo C. Redondos, conectados, holísticos. Ellroy es el thriller. Ellroy es la novela negra. Ellroy. Leed a Ellroy

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